Mientras dormías by Barbara Delinsky

Mientras dormías by Barbara Delinsky

autor:Barbara Delinsky [Delinsky, Barbara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2009-02-17T00:00:00+00:00


Capítulo 12

Cinco minutos después de que hubiera empezado la clase del jueves, David supo que Alexis Ackerman estaba molesta por algo. Se negaba a mirarlo. Cuando intentó hacerla participar en el debate, se encogió de hombros y volvió a mirar el libro. A otro alumno lo habría pinchado «¿Has leído lo que puse como deberes? ¿Querrías hacernos partícipes de lo que piensas?» pero Alexis era demasiado vulnerable. No podía presionarla, en especial sintiéndose tan culpable como se sentía.

Sonó el timbre, pero ella no se movió. Cuando el aula se vació, David fue hasta su mesa.

—¿Estás bien?

—¿Qué le dijo a mi padre? —preguntó furiosa.

¿Culpable? No tenía sentido negarlo.

—Le dije que estaba preocupado por ti.

—¿Me llamó anoréxica?

—No. Pero sí le dije que te habías desmayado en clase.

Ella empezó a decir, quejumbrosa:

—No me desmayé. Tenía las piernas raras. Ojalá no hubiera hablado con él, señor Harris. Se enfadó conmigo.

¿Por mostrar debilidad? A David le habría gustado preguntárselo. ¿Por tener un problema? ¡Dios, cómo la entendía! Había crecido en una familia donde el rendimiento importaba. Se le rompió el corazón por ella.

—Lo lamento —dijo—. Pero la verdad es que me preocupas.

—Estoy absolutamente bien —insistió ella, recogiendo sus libros—. Como mucho. Más que suficiente. Y no estoy más delgada que las demás. Usted no sabe cómo es la danza.

—Supongo que no —dijo, apartándose.

Esta vez, Alexis consiguió levantarse de la silla y recorrer todo el pasillo hasta la puerta antes de derrumbarse. Cuando él llegó hasta ella, Alexis estaba abriendo los ojos. Levantó la cabeza cuando él se arrodilló junto a ella, pero enseguida volvió a dejarla caer al suelo.

—Me siento rara —susurró.

David apartó los libros. Haciendo un gesto con una mano, para impedir que se moviera, cogió el teléfono de pared, con la otra. Apenas había acabado la llamada, cuando ella trató de levantarse de nuevo. Logró apoyarse en el codo, antes de caer de nuevo.

—Estoy bien, estoy bien —musitaba.

Asustado, David se sentó sobre los talones. Quería reconfortarla cogiéndole la mano, pero eso estaba prohibido. ¿Acoso sexual? Lo odiaba. Pero ¿y un poco de calidez humana?

Sin más opción que una voz sosegadora, dijo:

—Enseguida estará aquí la enfermera.

—No, por favor —gimió débilmente—, la enfermera no. Se lo dirá a mi padre. —Cuando trató de darse media vuelta, David la sujetó por el hombro por seguridad. No podía dejar que se levantara—. No lo entiende. —Tenía los ojos muy oscuros y llenos de angustia—. Soy una buena bailarina. No pasa nada. Puede que ayer me excediera. O puede que sea la escuela. Me agota.

—No te haría ningún daño que te hicieran un reconocimiento —le aconsejó.

—Sí que lo haría. Tardarán horas. No puedo saltarme los ejercicios.

—Veamos, Alexis —dijo la enfermera, entrando rápidamente y relevando a David.

Pero cuando David se apartó, Alexis parecía casi presa del pánico.

—No se marche, señor Harris —suplicó—. Dígaselo. Estaba bien en clase, ¿verdad que sí? Luego algo me pasó. ¿Puede ser la gripe? —preguntó a la enfermera, pero la mujer le estaba tomando el pulso.

—Débil —dijo, con aire preocupado—. Vas a ir al hospital.

—Nooo.

—Tu padre está en Concord, tu madre en los juzgados.



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